jueves, 24 de noviembre de 2016

Acompañar, querer, estar allí

Acompañar, querer, estar allí

Que seamos las relaciones que tenemos, como las tenemos y con quién, nos restriega una obviedad que demasiado a menudo olvidamos: que hemos venido a este mundo a amar y a ser amados, a dar y recibir
Me contaba Pilar Ugidos, buena amiga y maestra artesana, que el centro y la esencia de la educación no son ni los maestros ni los alumnos: son las relaciones. Jaume Cela se agarra a la filosofía de Joan Carles Mèlich para concluir que el verbo que conjuga el educador es estar allí. Estar presente, en un lugar y en un momento. Y junto a alguien, claro. Estar en un contexto, estar en compañía, estar juntos. Somos más lo que hacemos que lo que decimos, somos más lo que decidimos que lo que pensamos, somos cuando actuamos y no cuando reflexionamos, y siempre estamos en un contexto, el de las relaciones. Por eso es evidente que más que personas tóxicas existen relaciones que hacen salir lo peor de nosotros, y más que personas extraordinarias existen las relaciones que nos ayudan a proyectar lo mejor de nosotros. De ahí mi admiración creciente por las vocaciones que consisten en tener cuidado de personas, que dan todo el protagonismo al vínculo. Que seamos las relaciones que tenemos, como las tenemos y con quién, nos restriega una obviedad que demasiado a menudo olvidamos: que hemos venido a este mundo a amar y a ser amados, a dar y recibir. Todo es amor o su negación, que tiene una gama que va desde la indiferencia hasta el odio, siempre tan opuesto y tan cercano al amor. O celebramos la estima o exhibimos a gritos y a golpes a su ausencia. Ternura y violencia son expresiones puras del mismo deseo y necesidad: el de estar pendientes el uno del otro, ya sea para cuidarnos o hacernos daño, para salvarnos o para matarnos. Y ya que hemos venido a este mundo a relacionarnos, la educación es el arte y oficio sublime de aprender mientras se enseña y de enseñar mientras se aprende. Es más verbo que sustantivo, más ejemplo que discurso, vive del hecho y no de la palabra, impone la realidad sobre la idealización. Sólo estando presentes de verdad, de corazón, siempre, puedes aprender y enseñar a estar allí.