“La tierra ama nuestras pisadas y teme nuestras manos”. Manifiesto por la fertilidad de la Tierra. Joaquín Araújo
Demasiados ya no pisan y menos aún acarician los suelos fértiles.
No los pisan, en la mayoría de los casos, porque han quedado bajo varios centímetros de cemento o asfalto. No deja de resultar tan cruel como paradójica esta tortura de enterrar a la tierra. No cualquiera sino la mejor tierra, la de las vegas y huertas, la que alimentaba, pero no solo con comida sino también con frescor para los ojos, aire para la inspiración, con sencilla calma para el paseo. La tierra en suma que regó el sudor de nuestros mayores.
No los pisan, en la mayoría de los casos, porque han quedado bajo varios centímetros de cemento o asfalto. No deja de resultar tan cruel como paradójica esta tortura de enterrar a la tierra. No cualquiera sino la mejor tierra, la de las vegas y huertas, la que alimentaba, pero no solo con comida sino también con frescor para los ojos, aire para la inspiración, con sencilla calma para el paseo. La tierra en suma que regó el sudor de nuestros mayores.
Cierto es, por el contrario, que ya no queda un metro cuadrado de planeta, sólido o líquido, sin la mancha de algún contaminante de origen humano. Casi todos, casi siempre, proceden de esos lugares donde ya resulta imposible caminar sobre la tierra. Urbanismo que devora lo mejor de nuestro pasado, amenazando nuestro futuro, cuando unos mínimos de sensatez deberían haber guiado los pasos del cemento hacia ámbitos menos vivos, que los había.
Pero todavía queda fertilidad que defender. Leer más...
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